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martes, 27 de abril de 2010

remate de Libros, Alameda del Sur, no hay pretexto... no hay fotos

Una vez al año no hace daño



La explanada central de la Alameda del Sur hoy luce distinta a otros domingos, la cultura tomó el espacio de los Reyes Magos y los danzoneros. Hoy (25 de abril) los pisos de confeti y zapatos de horma larga dan paso a las letras.

Los grandes anaqueles de la Feria del Libro de San Ildefonso contrastan con las pequeñas torres de obras que adornan el suelo. Atrás quedaron los grandes anuncios de los lanzamientos de temporada, hoy sólo se asoman los textos sin grandes efectos taquilleros de los grandes autores. Precios risibles acompañan a miles de libros: 3 piezas por 10 pesos son la muestra de ello, aunque estos sean para colorear.

En el cuarto Remate de Libros los grandes nombres son el oasis en el bosque de páginas por muchos desconocidos. “Disculpe, ¿y los de García Márquez, dónde están?, pregunta una señora en los estantes de grupo Editorial Planeta. El vendedor se para justo enfrente de ella, le hace una observación a voz baja y se aleja de ella con una sonrisa más que fingida.

Al rescate de las casa editoriales surgen los titanes que tuvieron una mala crítica en algunas de sus obras, destacan las obras de Pérez Reverte en Punto de Lectura, ahí también el gran Julio Cortázar amenaza con llevarse la tarde y hacer de las suyas, sin que un juego de Rayuela marque su destino. Saramago es novedad, si bien no es Caín, el nombre es sinónimo de éxito pese a que los 60 pesos por ejemplar salen del promedio de los precios que abundan.

La Jornada pone a disposición cientos de ejemplares que en otras Ferias se venden cómo de colección al alcance de cualquier curioso. Anuarios de 1989 son la muestra, 65 pesos te cuesta llevarte el primer año de Carlos Salinas de Gortari en el poder. Sin mencionar que la edición de sus primeros 20 años, donde aparece un desplegado del Partido Revolucionario Institucional felicitándolos, deja ver una etiqueta con precio de 180 pesos, de cuando se exhibió en la Feria del Libro del Zócalo.

De lado quedan los grandes anuncios de las presentaciones de libros, de foros de discusión e incluso de los cárteles con las portadas de libros de las grandes plumas. Aunque, hay quienes no se resisten y preguntan, porqué en una de esas pega, sí es que Crepúsculo o Harry Potter no están en venta.

Todo resulta ganancia, las sonrisas y el sudor predominan en la tarde soleada que no da tregua al calor de la demanda. La fila de Diana no se reduce, mismo caso del Fondo de Cultura Económica; mientras, Larousse donde quiera vende diccionarios.

Efrén Espinoza, expositor de Grupo Larousse se confiesa, a la par de no descuidar la vista de los libros y mucho menos de las manos que los cargan, ya que lo que sobra es espacio para correr: “La verdad para nosotros todo es ganancia, nos ofrecen el espacio no hay que pagar nada y nos llevamos un monto que es directamente utilidad, eran páginas que considerábamos caídas y hoy nos dan un margen de ganancia”.

En medio de los pasillos iletrados de la Alameda hoy se respira a armario viejo, sin números de personas sacrifican su helado por la sombra de las carpas y un libro que elevó su espíritu de dar el salto a lectores.

“La verdad yo vine a caminar con mi esposa y mi hijo como cada domingo, pero cuando vi los libros pensé en comprar uno de este, este (voltea a ver la portada de la obra que carga en sus manos)… Fuentes, lo encontré y cómo dicen que en México leemos un libro al año, este es el de 2010”; menciona, José Torres Basto, mientras presume La Frontera de Cristal.

Tras de las carpas la vida sigue siendo la misma, esquites, algodones de azúcar, nieves, raspados y demás antojitos acaparan las miradas y carteras de los que llevan en sus manos bolsas de editoriales o la correa del perro.

Los paseantes que amenazan con llegar al remate son distraídos por los juegos mecánicos y viceversa, aunque en menores ocasiones. La gente vive para no encontrarse con el futuro. Hoy es un remate cultural, el próximo fin de semana una exhibición musical, pero el domingo nunca es igual.





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